PRESAS POLÍTICAS Y JUSTICIA PATRIARCAL: cuando ser militante y mujer es un delito

Los casos de Eva Mieri y Alexia Abaigar, secuestradas durante varios días por decisión del poder judicial, dan cuenta de una lógica de persecución sobre las mujeres militantes.

En la Argentina de Javier Milei, la militancia se convirtió en un acto peligroso. Paradójicamente, bajo un gobierno “libertario”, quienes expresan sus ideas y pensamientos en forma autónoma pueden caer en prisión o incluso arriesgar sus vidas.

Se trata de una línea delgada. Alexia Abaigar, militante y funcionaria del Ministerio de la Mujer en PBA, fue encarcelada tras ser acusada de tirar excremento en la puerta de la casa del diputado ultraderechista José Luis Espert. Hoy cursa prisión domiciliaria y se le exige una fianza millonaria. Eva Mieri, concejal de Quilmes y militante de La Cámpora, fue señalada como aurora intelectual del hecho y estuvo 13 días en el penal de Ezeiza, hasta que se ordenó la excarcelación.

Lo curioso es la doble vara judicial. Mientras Espert pronunció frases escalofriantes -como “cárcel o bala” a los militantes kirchneristas- y no se cansó de decir barbaridades sobre Cristina Kirchner, jamás recibió siquiera una imputación por parte de la Justicia. En cambio, escrachar a un personaje del odio es considerado ahora casi un acto “terrorista”. Ridículo por donde se lo mire.

En la Argentina de Javier Milei, la militancia se convirtió en un acto peligroso. Paradójicamente, bajo un gobierno “libertario”, quienes expresan sus ideas y pensamientos en forma autónoma pueden caer en prisión o incluso arriesgar sus vidas.

De Cristina a Eva Mieri. Si se atreven a encarcelar a la principal dirigente peronista, cómo no lo harían con alguien de un rango menor. Títere del poder económico, la jueza Sandra Arroyo Salgado fue la encargada de detener a Abaigar y Mieri. La jueza federal, ex esposa de Nisman, es profundamente antikirchnerista y cercana a las ideas de Milei. Todo tiene que ver con todo.

Esta justicia no es sólo corporativa, sino profundamente patriarcal y machista. No se detienen de esa forma dirigentes varones: cabe recordar que, casi diez años atrás, fueron por Milagro Sala y nunca más la soltaron. A las mujeres que desafían distintos mandatos, se les responde desde las entrañas del poder con un odio rencoroso que esconde un intento de disciplinar y censurar por motivos de género.

La Palabra Justa

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