El estadio Madre de Ciudades se vestirá de gala este domingo, pero no para River, ni Boca, ni siquiera para Independiente o San Lorenzo, los grandes favoritos de las semifinales que quedaron en el camino; ni siquiera para Central y Argentinos quienes habían desplegado el mejor juego en la fase regular.. No. Esta vez, la fiesta es de los otros, de los que nunca figuran en las tapas: Huracán y Platense, dos equipos que, contra todo pronóstico, desafiaron la lógica del fútbol moderno y se metieron en una final que huele a potrero, a tango y a esas tardes en las que el fútbol todavía puede sorprender.
El playoff: ¿justicia o ruleta rusa?
La AFA, en su eterna búsqueda de espectáculo (y rating), decidió copiar el modelo mexicano: un torneo largo que solo sirve para ordenar los playoffs, donde todo puede pasar en 90 minutos (o en los penales). Un sistema que premia más el coraje del momento que la regularidad de una temporada.
En los ’80, el campeón era el mejor: 38 partidos, un torneo largo que impedía las sorpresas y premiaba la regularidad. En los ’90, con los Apertura y Clausura, ya empezaron las sorpresas. Pero ahora, con este formato, la moneda está en el aire. ¿Es justo? Para los puristas de la justicia futbolística, no. Para los amantes de las sorpresas, es pura adrenalina. Lo cierto es que Rosario Central y Argentinos Juniors, los mejores de la fase regular, cayeron en cuartos. Y hoy, en vez de una final de gigantes, tenemos Huracán vs. Platense, dos equipos que llegaron desde los puestos 4° y 6° de sus zonas.
La localía ya no es lo que era (y el VAR tiene la culpa)
En este torneo, la localía se suponía una ventaja. Pero los números la desmienten:
Octavos: 7 de 8 locales avanzaron. (hasta aquí todo parecía razonable)
Cuartos: ¡Los 4 visitantes ganaron!
Semifinales: Otra vez, los dos visitantes pasaron.
¿Qué pasó? El VAR cortó el “ayudín” arbitral, esos penales inventados por el griterío de la popular ahora son apagados por el frío de los pixeles de la pantalla remota. Y además, la presión de jugar en casa ahora paraliza más que empuja. Los equipos más chicos, sin miedo y sin presiones salen a desplegar su juego (o su antifutbol, según sea el caso) con total tranquilidad en terreno ajeno..
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La AFA, en su eterna búsqueda de espectáculo (y rating), decidió copiar el modelo mexicano: un torneo largo que solo sirve para ordenar los playoffs, donde todo puede pasar en 90 minutos (o en los penales). Un sistema que premia más el coraje del momento que la regularidad de una temporada.
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Platense: El “Calamar” que atrapó a los grandes
El San Lorenzo de los milagros de Miguel Russo era el candidato, si bien el equipo de Boedo convivía con un contexto dirigencial que hacía impensable la obtención de un título, la posibilidad de jugar con Platense una semifinal de local lo ponía como claro favorito. Pero Platense, el equipo que nadie quería en la final, lo volteó con un gol de Zapiola sobre el final del segundo tiempo. El equipo de Vicente Lopez/Saavedra había perdido una final en 2023 (frente a Rosario Central), y ahora busca nuevamente su ansiada primera estrella con un juego ordenado, una defensa sólida y contragolpes letales.
Platense se convirtió en un cementerio de elefantes:a Racing lo eliminó en octavos, a River lo echó en cuartos, a San Lorenzo lo despachó en semis. Y ahora, quieren más.
Una final con olor a Buenos Aires (pero en Santiago)
El Polaco Goyeneche, hincha fanático de Platense, debe estar cantando desde el cielo. Esta final tiene olor a tango, a potrero, a esas historias que el fútbol comercial ya no quiere contar. Huracán, de Parque Patricios, y Platense, de Saavedra, dos barrios que todavía respiran el fútbol de los viejos tiempos en sus empedrados que se resisten al paso del tiempo.
Y aunque la final se juegue en Santiago del Estero, tierra de chacareras, el domingo el fútbol argentino tendrá un campeón inesperado y con olor a tango. Uno que, más allá del formato, dejó todo y alcanzó la final. ¿Quién será el nuevo malevo del fútbol argentino?
