Jianwei Xun y la muerte del autor
Todo parecía perfecto: un nombre chino con aura de misterio de un supuesto filósofo hongkonés, Jianwei Xun, un título provocador —Hipnocracia: Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad— y una tesis que encandiló a académicos. “Existimos en un estado de hipnosis permanente”, proclamaba el libro, citado hasta en Cannes en debates sobre democracia digital. Pero había un detalle: Jianwei Xun no existía. Era el producto de un experimento literario entre un editor y filosofo italiano y varias inteligencias artificiales, un fake tan sofisticado que hasta tuvo reseñas en Le Monde y varias citas en el prestigioso portal Academia.edu.
El escándalo lo destapó Sabina Minardi, redactora de L’Espresso, cuando intentó entrevistar al escurridizo filósofo. Tras rastrearlo por todos lados descubrió que el “autor” era un collage algorítmico creado por Andrea Colamedici, quien firmó como “traductor” pero era, en realidad, el cerebro humano detrás del engaño. Colamedici es un filósofo y editor italiano que buscaba mostrar nuestros tiempos a partir de este happening intelectual. En un giro borgeano, el libro que denunciaba la manipulación de la realidad era él mismo un artefacto de esa manipulación. El laberinto dentro del laberinto.
Byung-Chul Han y la profecía autocumplida
El caso Xun parece extraído de las pesadillas teóricas de Byung-Chul Han, el filósofo coreano que anticipó cómo el capitalismo digital nos convertiría en “enfermos voluntarios” del rendimiento. En “La sociedad del cansancio”, Han advirtió que la hipercomunicación y la autoexplotación generarían una “transparencia coercitiva”, donde lo real y lo ficticio se diluyen. ¿Acaso no es eso lo que ocurrió? Un libro fake, pero con ideas tan seductoras que la crítica lo celebró sin cuestionar su origen.
Si las tesis son válidas, ¿importa que las haya escrito una IA?, se pregunta el diario italiano L’Espresso. La pregunta, sin embargo, es tramposa: el algoritmo no piensa, solo recicla lo humano. Y aquí emerge el verdadero drama: la élite cultural, ávida de novedades marketineras, fue incapaz de distinguir entre un filósofo de carne y hueso y un chatbot con pretensiones literarias.
La fábrica de los intelectuales artificiales
Colamedici, el filósofo y editor detrás de la farsa, confesó en Nazione Indiana que el libro buscaba “mostrar las encrucijadas del presente”. Irónicamente, lo logró: el presente es un territorio donde la autoría se desvanece y el pensamiento crítico se rinde ante la avidez de clics. Mientras, las plataformas convierten la filosofía en un producto, empaquetado para consumo rápido. Un combo de Mc Donalds. Platón en cajita feliz.
Han ya lo dijo: “El exceso de positividad tanto de información como de estímulo nos vacía. El caso Xun lo confirma: en la era de la “hipocracia” hasta las ideas más lúcidas pueden ser un espejismo generado por máquinas. Y lo peor, a nadie parece importarle.
