Recientemente, la interna peronista experimentó una puja por el desdoblamiento de las elecciones bonaerenses o la concurrencia de las mismas con las elecciones legislativas nacionales.
Entre sus atribuciones, los gobernadores tienen la facultad de decidir (con mayor o menor margen de maniobra, según las Constituciones Provinciales) sobre la posibilidad de realizar los comicios para las categorías provinciales y locales de manera desdoblada o concurrente con las elecciones nacionales. La convocatoria de estas últimas las realiza el Poder Ejecutivo Nacional.
El lunes 7 de abril por la tarde, Axel Kicillof anunció en conferencia de prensa la decisión de desdoblar los comicios bonaerenses al señalar ante la opinión pública sobre lo engorroso que sería, en términos logísticos, la concurrencia electoral. Es decir, Kicillof expresó que para las y los bonaerenses votar en un mismo día con dos sistemas distintos (la Boleta Única en Papel a nivel nacional y la boleta partidaria a nivel provincial) resulta en extremo complejo, riesgoso y lento.
Desde el gobierno provincial se sostuvo la necesidad de desdoblar la elección por dos grandes motivos, uno político y otro técnico: provincializar la campaña aunque subiendo al “ring” al presidente Javier Milei; por otro lado la concurrencia introduciría un caos en el sistema electoral bonaerense, con demoras y confusiones en la emisión del voto, algo similar a lo que sucedió en CABA en 2023.
Sin perjuicio, más allá de la voluntad de nacionalizar, más bien parece que Milei logrará provincializar la campaña; y que al poco de avanzar en los lineamientos iniciales los plazos y la robustez de los armados electorales en la provincia rápidamente evidenciaron mucha improvisación.
Por su parte, desde el “cristinismo” se plantearon miradas divergentes: la necesidad de unificar el calendario para asegurar la madre de las batallas como se caracterizó a los debates que se darán en el Congreso Nacional, desde donde el gobierno de Milei buscará profundizar su política económica. Agregaron que nada de ello será inscripto en el debate de la Legislatura provincial, cuyas facultades no alcanzan a las cuestiones medulares de la economía argentina.
El objetivo del “cristinismo” se planteó en maximizar los resultados electorales de diputados nacionales y no legisladores (nacionalizar la elección); pero también evitar que los intendentes “abandonen” la elección legislativa nacional una vez asegurada la elección municipal y los respectivos cargos a concejales o legisladores provinciales.
La propia presidenta del PJ nacional, Cristina Fernández de Kirchner, planteó que “es un error provincializar la elección al desdoblarla, habida cuenta de las penurias del pueblo bonaerense producto de la caída de recursos y, al mismo tiempo, dividir los esfuerzos en dos elecciones”. Porque inclusive en el caso de un triunfo categórico en la categoría de legisladores provinciales, ningún servicio le haran al peronismo para frenar a Milei. Por su parte, el senador nacional Wado de Pedro señaló que “proponemos una respuesta unificada, contundente y sin divisiones. Nosotros sabemos que una elección unificada sumaria más votos a la elección nacional”.
Al mismo tiempo, cabe destacar que con esa misma estrategia hace exactamente veinte (20) años que el peronismo-kirchnerismo, en la que no siempre le garantizó resultados locales lo suficientemente potentes.
Por el lado de Kicillof y los aproximadamente 50 intendentes que lo acompañan, el propósito de tensar con Cristina parece apresurado: la historia reciente muestra que la “larretización” o “albertización” tendieron hacia el fracaso absoluto de estos dirigentes.
